

Los ritos cotidianos van acompañados de sonido y silencio precisos. La música posee el color necesario para brillar, aun en el olvido. Regresa intacta cuando lo indescifrable ataca la tranquilidad o propicia nuevas alegrías. Las canciones rescatan. Ese ejercicio me ha ayudado a transitar estos años, soportar los vaivenes propios de una carrera, que desde su nacimiento, ha sido sistemáticamente estigmatizada.
Según lo correcto, es impropio o contra natura un hombre cantando con voz femenina. Olvidando que lo masculino y lo femenino son un estado independiente. Es malo que un ser viva dentro de su voz, aclarando que la ternura carece de la vulgar formalidad que produce etiquetar al sexo. Es peligrosa que una vez la voz en el aire, se adentre hasta el fondo de los demás y se quede allí, conformando la parte intima del oyente, amante, “escuchador” extasiado.
Este CD es una sorpresa para los que conforman mi mundo. Juré nunca rogarle a un psicópata de la radio, ni cantar lo necesario para agradar, ni caer en manos del lametazo para hacerme rico, famoso o importante.
Como supondréis, la fama nunca estuvo entre mis juegos y el fracaso tampoco se me ha subido a la cabeza. Los países y las épocas atravesadas me han mejorado, sin haber concedido en algo que me avergüence.
Estas canciones las grabé saliendo de México y llegando a Sevilla. Gracias a Manuel Linares las hicimos de rato en rato, con la única misión de dejarlas grabadas en mi versión desnuda, libre de maquillajes y sólida en su herramienta conceptual. Son hijas deseadas, pero no concebidas con el torticero fin de dar algún resultado.
La realidad ha puesto los puntos necesarios para que mis “íes” sean certeras a la hora de denunciar, calmar o animar a los que creen en el arte como la única manera de ser cabales, esenciales y eficientes en el engranaje descomunal que es vivir.
La carne es el paraíso de las sensaciones y el hueco, el vacóo motor del deseo. Nos lleva a elevarnos o a hundirnos irremediablemente si estamos rodeados de personajes nefastos o personas deslumbrantes.
Los invito a escuchar “De Carne y Hueco”..Está plagado de sexo, misterio y belleza. Sus compositores no sospechan lo que alguien puede hacer con sus criaturas fantásticas .Agradezco esas borracheras, esos insomnios, esas esperas inútiles donde se concibe la transformación de lo horroroso en hermoso. Los desamores y las puertas cerradas, el estropicio de una ilusión no realizada, la extraña huella de quienes pasan por nuestras noches celestiales y el infierno atroz que es no poder amar. Los dejo escuchando, espero integrarme como el sabor salado, a la misma sal. Como el humo con la hoguera, como la risa con el diente.
Somos inevitable y felizmente de carne y hueco…
Richard Villalón
11 de noviembre de 2014